La Historia de los Herejes
Todo el mundo sabe que los Piratas son unos tipos cojonudos de verdad. Pero la historia está llena de no pastafaris que se atrevieron a romper la baraja, desafiando los límites de los dogmas de la religión y de la ciencia por igual. Con esto presente, ofrecemos esta compilación de herejías a través de la historia. Sus pobres vidas ilustran lo duro que sería un mundo sin Monesvolismo.
Aristóteles: Filósofo New Age
Aristóteles nació en el norte de Grecia hace un chorro de años. Era hijo de un médico acaudalado e influyente, y estudió con Platón, que también era hijo de un médico acaudalado e influyente. Esto inició una tradición griega precedente del actual pensamiento occidental, que sostiene que los ricos y poderosos se van haciendo incluso más ricos y poderosos, mientras que los pobres y no influyentes se van haciendo más pobres y terminan fluyendo hasta el arroyo, donde permanecen. Debido a que Aristóteles se atrevió a disentir de las enseñanzas de su maestro, no se le ofreció dirigir la Academia cuando Platón murió. Molesto por este desaire, Aristóteles se convirtió en tutor de Alejandro el Grande, al que animó a seguir sus sueños de violación, pillaje y ulterior conquista del mundo.
Después de esto Aristóteles se retiró a escribir. Se cree que escribió unos 150 tratados. Aunque esos son un montón de tratados, se pueden resumir en lo siguiente: Todo en este mundo se compone de potencia (materia) y realidad (forma). Como un bloque de mármol sin pulir, tenemos el potencial de «esculpir» nuestras vidas y hacer que sean lo que nosotros deseamos. A día de hoy esa línea de pensamiento se conoce como «basura New Age mu rarita», y los académicos contemporáneos afirman que si Aristóteles viviese ahora, sería sin duda un asiduo de Sálvame.
Aristóteles ha sido un claro favorito de todos los grandes pensadores a lo largo del tiempo. No solo fue un gran filósofo, sino que desarrolló una clasificación temática de los animales, que hizo de él algo así como un hombre del Renacimiento, y se debe recordar que sus ideas experimentaron todo un renacimiento durante el Renacimiento. Pero nubes oscuras se acercaban para sus partidarios en esa época… pues aunque habló mucho sobre Dios, también declaró que el universo era eterno, una creencia que provocó muchos problemas mil años después de su muerte, cuando la Iglesia Católica por fin empezó a mostrar interés por todo el tinglado de Aristóteles.
Leonado da Vinci
Arquitecto, Músico, Anatomista, nº1 de la Lista de Más Vendidos del periódico XYZ, Inventor, Vegano, Ingeniero, Homosexual, Escultor, Pintor y Figura de la Segunda División del Juego de la Rana
Conocido como el Hombre del Renacimiento original, Leonardo Da Vinci provenía de orígenes humildes. Su padre era notario, y su madre campesina. Leonardo se educó en las duras calles de Florencia, donde creció rápidamente aprendiendo a pintar, dibujar, esculpir e inventar antes de que los niños normales supieran siquiera lo que es una pistola. Era también un homosexual en el armario. Leonardo empezó a llevar diarios desde joven. Los escribió en código, pero su coautor, Dan Brown, tradujo mucho de su contenido. Por medio de los diarios de Leonardo, y de los registros conservados de la Guardia Nocturna de Florencia, una agencia antisodomita de la época, sabemos que Leonardo disfrutaba de la compañía de chicos adolescentes, y que «le gustaban jovencitos». También se hizo vegano después de llegar a la conclusión de que las ubres productoras de leche de las vacas eran homólogas a los pechos de las mujeres, que, por supuesto, le desagradaban. Pero basta de hablar de preferencias sexuales.
A lo largo de su vida, Leonardo se las arregló para inventar cualquier cosa que alguna vez se haya utilizado en una guerra. Esto incluye el helicóptero, el ala delta, el tanque, la ametralladora, la bomba de racimo, el robot y el submarino. Después terminaría por inventar el puente de arco único, el videojuego Halo, y la puerta que se abre en dos direcciones.
Los humanistas del Renacimiento no veían distinciones entre las artes y las ciencias, y por eso Leonardo no limitó su brillante imaginación únicamente a inventar cosas, sino que también pintó famosas obras maestras como La Adoración de los Magos, la Mona Lisa, y La última cena. Estudió anatomía, organizó festivales, esculpió y escribió música. Incluso consiguió que su mierda no oliese. En resumen, el tipo era LA POLLA.
(No nos detendremos en los problemas de Leonardo con la Iglesia Católica por suponer que todo el mundo ha leído ya El código Da Vinci).
Giordano Bruno: Se Merecía Lo Que le Pasó
Nacido originalmente con el nombre de Filippo en 1548, Giordano Bruno tomó su nuevo nombre en 1565 cuando se consagró como dominico en el Monasterio de San Dominico, cerca de Nápoles. Posteriormente sería ordenado sacerdote, lo que es algo irónico considerando lo que posteriormente le haría la Iglesia. Pero eso luego.
A disgusto con todos a quien conocía, Bruno se convirtió en un ávido lector. Leyó a Platón, Copérnico, Tomás de Aquino, Averrores, Duns Escoto, Marsilio Ficino, Nicolás de Cusa, Arturo Pérez-Reverte e Isaac Asimov. Es un hecho bien conocido que los que leen libros desarrollan a menudo ideas peregrinas, y la historia muestra que esto fue así especialmente en los días antiguos. Bruno sintió la influencia en especial de Copérnico y Platón, tanto que no podía parar de hablar de ellos. En 1576 la Inquisición puso a Bruno en su lista de Los Diez Más Buscados.
Escapó a Génova, pero esta no fue la última vez que oyó hablar de la Inquisición. Durante un corto período, Bruno se unió a los calvinistas, pero era reacio a acatar su estricta política de «no sonreír». En 1579 viajó a Toulouse, Francia, donde, por un tiempo, disfrutó de la protección de poderosos patrocinadores franceses. Fue durante este período que completó la mayoría de sus escritos, incluido De I’infinito universo e mondi, en el que defendía que las estrellas eran de la misma naturaleza que nuestro Sol, que el universo era infinito, y que todos los universos estaban habitados por seres inteligentes, lo que convierte a Bruno en el protofriki de la ciencia ficción.
Mientras todavía se encontraba en Francia, Bruno obtuvo fama por su prodigiosa memoria. Aunque su habilidad para almacenar información podría ser resultado directo de sus intensos hábitos de lectura, debería en ese momento haber abandonado los libros y dejarse llevar por esa desapasionada cachaza del resto de los franceses. Sin embargo, Bruno decidió ir a Inglaterra.
En 1583 buscó obtener una colocación en Oxford, pero pensaron de él que era un sabelotodo y desestimaron su candidatura. Tras pedir plaza en otras cuantas escuelas inglesas, comprobó en carne propia la dura realidad del dicho «Solo tienes una oportunidad de causar una buena primera impresión».
Los dos años siguientes se cree que Bruno espió contra los católicos en Inglaterra. Fingiendo ser un sacerdote católico, supuestamente oyó confesiones de católicos y luego informó sobre ellos a sus jefes, espías que perseguirían a muerte a los católicos cumpliendo las leyes religiosas de aquel tiempo. Incluso si Bruno no fue un hereje, seguramente en este momento ya había demostrado ser un gilipollas de marca mayor, y se merecía mucho que lo hiciesen churrasco.
En 1585 Bruno volvió a París. En un solo año encabronó a los parisinos, y se mudó a Alemania, donde su reputación lo precedía. En 1588 se encontraba de camino a Praga, y estaba empezando a quedar claro que Bruno tenía que escapar de los países a los que iba.
Enfrentaba la decisión de huir a Siberia o ir de vuelta a Italia, pero Bruno, en 1591, como un estúpido, aceptó una breve ocupación como educador en Padua. Por desgracia para él la cátedra a la que se presentaba era la misma a la que optaba Galileo Galilei. Así que viajó a Venecia, donde molestó por última vez a alguien: a quienes lo denunciaron a la Inquisición.
Y así, el 17 de febrero de 1600, le atravesaron la lengua con un clavo, lo ataron a una estaca, y fue quemado como hereje.
Si solo hubiese cerrado el pico…
Una dura lección, desde luego.
Charles Darwin
El «Cocinillas Siniestro» de la Evolución
En junio de 1837, más de veinte años antes de que Charles Darwin publicase su famoso, aunque muy imperfecto, tratado sobre la Selección Natural titulado Sobre el Origen de las Especies, el joven biólogo se autopublicó un trabajo menos conocido, donde resultó que se dio la primera puñalada a la reconciliación entre fe y ciencia. Ese libro fue Sobre el Origen de la Salsa de Espaguetis.
Los Primeros Años
Probablemente un poco retrasado, Darwin creció en Shrewsbury, Inglaterra, y fue el quinto de seis hermanos. Era el hijo de Robert Darwin, un médico muy reconocido, y Susannah Darwin, que se rumoreaba era casi una maga en la cocina. Durante la vida de Darwin, esta dicotomía en la familia lo destrozaría hasta lo más íntimo de su ser, debatiéndose entre la excelencia de las ciencias naturales y su deseo más hogareño de transfigurar la experiencia culinaria inglesa, una misión en la que terminó fracasando. Darwin ingresó en la Universidad de Edimburgo en 1825 y quedó inmediatamente asombrado al descubrir que la universidad no ofrecía cursos de arte culinario. Engañado por su padre para estudiar medicina, el abatido joven Darwin resolvió cocinarse suntuosas cenas para sí miso en su pensión. En su segundo año, se unió a varias sociedades naturalistas de estudiantes, y durante un corto período se sintió libre para explorar las costas del Fiordo de Forth, recogiendo crustáceos para varias maravillas culinarias, como los lingüini con salsa de almejas y penne con mejillón cebra a tiras. Poco podían imaginar esos amigos estudiantes que ese «siniestro cocinillas» algún día usaría esas experiencias como trampolín para una de las más grandes revoluciones del pensamiento contemporáneo de Occidente.
En su estancia en Edimburgo, Darwin terminó su primer artículo científico. Presentado a la Plinian Society, exponía que las esporas negras que se encuentran en las conchas de las ostras eran los huevos de la sanguijuela común de las rayas. Muy sagazmente, Darwin concluía que esas esporas las dejaba el Monstruo de Espagueti Volador como señal de que incluso las más bajas de las criaturas de Dios podían unirse para una misma causa. Las risas se oyeron incluso fuera de los salones de la sociedad, y poco después su padre consiguió que lo trasladasen de Edimburgo a Cambridge.
Una vez en Cambridge, el padre de Darwin lo amenazó con retirarle su escurridor y otros utensilios de cocina si no se comprometía por completo con sus estudios de medicina. Pero su joven hijo estaba decidido a seguir su sueño de alcanzar la excelencia culinaria. Cuando finalmente amenazó a su padre con la perspectiva de abandonar a la familia y mudarse a Francia, los dos Darwin acordaron una reunión secreta en la Iglesia de San Sulpicio de París, donde se decidió que el joven Darwin continuaría estudios de teología. Esto parecía un compromiso sensato, pues los clérigos recibían mejor paga y muchos de los naturalistas ingleses eran clérigos. Se acepta ampliamente que lo que le dijo Darwin a su padre en esa ocasión fue «Si no se me permite explorar las maravillas de la cocina de Dios, al menos déjame explorar las maravillas de Su creación».
Charles Darwin se aplicó en Cambridge, pero no pasaba de sufi raspado. En el verano después de su primer año en Cambridge estaba avergonzado por sus pobres calificaciones y buscó como fuera evitar la vuelta a casa durante vacaciones. Leyó gran cantidad de folletos de viajes y por fin decidió ir a un crucero culinario por el Mediterráneo, donde le prometieron que tendría la oportunidad de explorar y degustar varias comidas de Grecia y el sur de Italia. Pero el viaje tenía mal fario. Darwin sufrió de intoxicación alimentaria y mareo, y terminó volviendo pronto a casa. El único registro de aquellos días existe en un diario pobremente escrito e inédito, que tenía por título El Viaje de la Albóndiga.
El viaje del Beagle
El Viaje de la Albóndiga casi acaba con Darwin. Terminó a duras penas su último año de estudios, y después de su graduación hizo lo que haría cualquiera en posesión de un título de Cambridge: se tomó unas vacaciones de cinco años en las Galápagos. Como sufría de fatiga nerviosa, y había perdido toda fe en la humanidad, Darwin estaba determinado a convertirse en el mejor amigo de los animales.
Fue a bordo del HMS Beagle y la vida dio un vuelco para él. En una espantosa galerna en la costa de Tierra de Fuego, todos los libros de cocina de Darwin se los llevó una ola por la borda. Aburrido, y afectado por varias erupciones cutáneas, el joven Charles tomó un libro que sería fundamental para el resto de su vida. Ese libro era Principios de Geología, de Charles Lyell, que proponía que la configuración geológica era el resultado de procesos graduales que precisaban de eones. Algo hizo clic en la cabeza de Darwin, y en ese momento de claridad se dio cuenta de que una salsa cocinada lentamente estaría exponencialmente más deliciosa que otra que simplemente se hubiese calentado de una lata, algo que nunca antes se le había ocurrido a un inglés. Después de darse cuenta de eso, cosechó algunas otras ideas relacionadas con la Evolución, pero lo que realmente lo emocionó fue la revelación de la salsa. Pocos días después el cocinero se cayó por la borda, y Charles Darwin asumió el control del desastre que era el barco a ese respecto.
Había mejillones a montones en América del Sur, lo que dio alas a Darwin. El 2 de octubre de 1836 volvió a Inglaterra como una pequeña celebridad, habiendo descubierto fósiles, pinzones, tortugas, sinsontes y la comida moderna. Su libro El Viaje del Beagle fue un bombazo, y lo invitaron a fiestas por todo Londres, donde muchas noches cocinaba y charlaba a lo largo de toda la velada. Muchos de los procedimientos del libro del Beagle provenían del autopublicado Sobre el Origen de la Salsa de Espagueti, en el que Darwin planteaba su teoría de que la salsa cocinada despacio, y unos tallarines cocidos a la perfección, eran la representación divina del Monstruo de Espagueti Volador. Por desgracia, ese libro nunca llegó a tener éxito.
Aun así, Darwin tenía un trabajo diario, que consistía en poco más, que anotar todo lo que le llamase la atención. Para ello, e impelido por las fascinantes similitudes estructurales entre los gusanos de tierra y varias formas de pasta, empezó a estudiar a los gusanos. Es posible que este fuese el punto en que Charles Darwin se sumió en la demencia más absoluta. De todos modos nunca sabremos la verdad, porque Thomas Huxley, que había desarrollado una malsana fascinación por la frondosidad y longitud de la barba de Darwin, tomó para sí seguir a Darwin en su intento de defender sus insensatas digresiones sobre los gusanos.
Fue Huxley quien convenció a Darwin de dejar de asegurar que los humanos descendían de los gusanos o «a Su imagen», como se citaba a Darwin frecuentemente. Huxley convenció a su amigo de que afirmase que la línea filogenética pasase en cambio por los monos, de los que él señalaba que tenían apéndices y poseían un increíble parecido con alguna gente, incluido Darwin, quien llegó a ser conocido como «El Hombre Mono».
Una vez Darwin consumó el salto intelectual de los gusanos a los monos, su teoría sí que despegó realmente. Lo invitaron a muchas reuniones científicas, donde lo alababan genios, sabios e incluso científicos y filósofos. Hasta hoy, nadie ha descubierto a santo de qué.
El fin de Su Vida
En 1842, avergonzado por su fama, y mortalmente decepcionado por su incapacidad de cumplir su ambición de ser chef profesional, Darwin se retiró a Donw House en el distrito Bromley de Londres para «escribir ese maldito libro para listillos», tal como él lo llamó.
Publicó Sobre el origen de las Especies en 1859, libro que trata, sobre todo, de los gusanos y animales de los que se hizo amigo en sus vacaciones por las Galápagos, lo que lo convierte en algo ilegible. Más tarde escribiría El Orujo del Hombre, que Huxley cambiaría por El Origen el Hombre sin que Darwin se diese cuenta.
Depauperado y casi en el olvido, Charles Darwin murió en Downe, Kent, Inglaterra, el 19 de abril de 1882. Su barba medía entonces casi dos metros y medio.
John Scopes
el Monito de Feria de la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles
El 25 de mayo de 1925, John T. Scopes fue acusado de violar el Acta Butler de Tenessee, que prohibía la enseñanza de la Evolución en las escuelas de ese estado. Scopes fue finalmente encontrado culpable y se le dio la opción de pagar una multa de 100 dólares o que le arrojasen pescado podrido y lo quemasen en una estaca. Después de mucho reflexionar, eligió pagar la multa.
Tiempo después Scopes admitió al periodista William K. Hutchinson que en realidad nunca había enseñado en sus clases la Evolución, sino que había elegido saltárselas todas. De hecho, su más famosa cita es la clintoniana «Yo no violé la ley». Pero si Scopes no enseñó la Evolución, ¿de qué va todo esto?
Como suele ocurrir en estos casos, la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles (ACLU) estaba detrás de todo.
Resultó que los abogados de la ACLU se habían ofrecido para financiar un caso probatorio que desafiase la constitucionalidad del Acta Butler. Scopes fue su involuntario mono de feria, y los abogados empezaron a llegar a Tennessee por cientos. El equipo de la defensa incluía a Clarence Darrow, Dudley Field Malone, John Nea, Arthur Garfield Hays y Frank McElwee, entre otros. La acusación incluía a Tom Stewart, Herbert Hicks, Wallace Haggard, Ben and J. Gordon McKenzie, William Jennings Bryan, y William Jennings Bryan Jr. Antes incluso de que el juicio empezase, la ACLU había conseguido su objetivo de emplear a todos los abogados posibles, y la verdadera tragedia del Juicio del Mono de Scopes no es que promoviese la enseñanza de le Evolución, sino que fue el primer modelo de una sociedad dada en exceso a los litigios.
Después del juicio, Scopes fue a la Universidad de Chicago, donde consiguió un doctorado en geología. Se dedicó a trabajar posteriormente para la industria del petróleo, donde en 1932 conoció a un joven ejecutivo petrolero llamado Dick Cheney, quien hizo saber a Scopes que «algún día dominaría el mundo».
La Oveja Dolly
«Menuda Zorra»
Esta oveja de nombre en clave «6LL3» fue el primer mamífero que se haya clonado a partir de una célula adulta. Creada en el instituto Roslin de Escocia, «6LL3», o «Dolly», como la llamaron los ganaderos que colaboraron en su nacimiento mediante la técnica de la transferencia nuclear de célula somática. Utilizando la célula mamaria de una oveja adulta, los científicos colocaron una célula en un óvulo desprovisto de núcleo, y esperaron a que las dos células se uniesen. A continuación, las células se fusionaron en un embrión, y el 5 de julio de 1996 «Dolly» nació.
«A esa oveja sí que le gustaba follar», dijo Seamus McKracken, uno de los principales investigadores. «A otras ovejas. A los pastores. Incluso al perro ovejero. Era insaciable».
Los científicos sospechan que la libido de Dolly fue el resultado de que era consciente de que su tiempo en el mundo no iba a ser muy prolongado. Y ciertamente sufrió por el acortamiento de los telómeros de sus células, que había heredado de sus «padres». Ya que la madre de Dolly era de seis años de edad cuando se extrajo de ella el material genético, los científicos especulan que en términos genéticos Dolly tenía ya seis años cuando nació. Tenía artritis a los cinco, afecciones pulmonares a los seis, y un grave caso de gonorrea desde bastante antes. La vida fue dura para Dolly.